domingo, 29 de marzo de 2009

Más Castaneda


-¿Cómo? ¿Hay alguna manera especial de evitar el dolor?
-Sí, hay una manera,
-¿Es una fórmula, o un procedimiento, o qué?
-Es una manera de agarrarse a las cosas. Por ejemplo, cuando yo estaba aprendiendo sobre layerba del diablo, era demasiado ansioso. Me agarraba a las cosas de la misma manera que los niños agarran dulces. La yerba del diablo es sólo un camino entre cantidades de caminos.Cualquier cosa es un camino entre cantidades de caminos. Por eso debes tener siempre presente que un camino es sólo un camino; si sientes que no deberías seguirlo, no debes seguir en él bajo ninguna condición. Para tener esa claridad debes llevar una vida disciplinada. Sólo entonces sabrás que un camino es nada más un camino, y no hay afrenta, ni para ti ni para otros, en dejarlo si eso es lo que tu corazón te dice. Pero tu decisión de seguir en el camino o de dejarlo
debe estar libre de miedo y de ambición. Te prevengo. Mira cada camino de cerca y con intención. Pruébalo tantas veces como consideres necesario. Luego hazte a ti mismo, y a ti solo,una pregunta. Es una pregunta que sólo se hace un hombre muy viejo. Mi benefactor me habló de ella una vez cuando yo era joven, y mi sangre era demasiado vigorosa para que yo la entendiera, Ahora sí la entiendo. Te diré cuál es: ¿tiene corazón este camino? Todos los caminos son lo mismo: no llevan a ninguna parte. Son caminos que van por el matorral. Puedo decir que en mi propia vida he recorrido caminos largos, largos, pero no estoy en ninguna parte. Ahora tiene sentido la pregunta de mi benefactor, ¿Tiene corazón este camino? Si tiene, el camino es bueno; si no, de nada sirve. Ningún camino lleva a ninguna parte, pero uno tiene corazón y el otro no. Uno hace gozoso el viaje; mientras lo sigas, eres uno con él. El otro te hará maldecir tu vida. Uno te hace fuerte; el otro te debilita.

viernes, 27 de marzo de 2009

Sobre algunos enemigos



Por Carlos Castaneda

Domingo, 15 de abril, 1962
Cuando me disponía a partir, decidí preguntarle una vez más por los enemigos de un hombre de conocimiento. Aduje que no podría regresar en algún tiempo y serla buena idea escribir lo que él dijese y meditar en ello mientras estaba fuera.
Titubeó un rato, pero luego comenzó a hablar.
-Cuando un hombre empieza a aprender, nunca sabe lo que va a encontrar. Su propósito es deficiente; su intención es vaga. Espera recompensas que nunca llegarán, pues no sabe nada de los trabajos que cuesta aprender.
"Pero uno aprende así, poquito a poquito al comienzo, luego más y más. Y sus pensamientos se dan de topetazos y se hunden en la nada. Lo que se aprende no es nunca lo que uno creía. Y así se comienza a tener miedo. El conocimiento no es nunca lo que uno se espera. Cada paso del aprendizaje es un atolladero, y el miedo que el hombre experimenta empieza a crecer sin misericordia, sin ceder. Su propósito se convierte en un campo de batalla.
"Y así ha tropezado con el primero de sus enemigos naturales: ¡el miedo! Un enemigo terrible:traicionero y enredado como los cardos. Se queda oculto en cada recodo del camino, acechando, esperando. Y si el hombre, aterrado en su presencia, echa a correr, su enemigo habrá puesto fin a su búsqueda."
-¿Qué le pasa al hombre si corre por miedo?
-Nada le pasa, sólo que jamás aprenderá. Nunca llegará a ser hombre de conocimiento.
Llegará a ser un maleante, o un cobarde cualquiera, un hombre inofensivo, asustado; de cualquier modo, será un hombre vencido. Su primer enemigo habrá puesto fin a sus ansias.
-¿Y qué puede hacer para superar el miedo?
-La respuesta es muy sencilla. No debe correr. Debe desafiar a su miedo, y pese a él debe dar el siguiente paso en su aprendizaje, y el siguiente, y el siguiente. Debe estar lleno de miedo, pero no debe detenerse. ¡Esa es la regla! Y llega un momento en que su primer enemigo se retira. El hombre empieza a sentirse seguro de si. Su propósito se fortalece. Aprender no es ya una tarea aterradora.
"Cuando llega ese momento gozoso, el hombre puede decir sin duda que ha vencido a su primer enemigo natural."
-¿Ocurre de golpe, don Juan, o poco a poco?
-Ocurre poco a poco, y sin embargo el miedo se conquista rápido y de repente.
-¿Pero no volverá el hombre a tener miedo si algo nuevo le pasa?
-No. Una vez que un hombre ha conquistado el miedo, está libre de él por el resto de su vida, porque a cambio del miedo ha adquirido la claridad: una claridad de mente que borra el miedo. Para entonces, un hombre conoce sus deseos; sabe cómo satisfacer esos deseos. Puede prever los nuevos pasos del aprendizaje, y una claridad nítida lo rodea todo. El hombre siente que nada está oculto,
"Y así ha encontrado a su segundo enemigo: ¡la claridad! Esa claridad de mente, tan difícil de obtener, dispersa el miedo, pero también ciega.
"Fuerza al hombre a no dudar nunca de sí. Le da la seguridad de que puede hacer cuanto se le antoje, porque todo lo que ve lo ve con claridad. Y tiene valor porque tiene claridad, y no se detiene en nada porque tiene claridad. Pero todo eso es un error; es como si viera algo claro pero incompleto. Si el hombre se rinde a esa ilusión. de poder, ha sucumbido a su segundo enemigo y será torpe para aprender. Se apurará cuando debía ser paciente, o será paciente cuando debería apurarse. Y tonteará con el aprendizaje, hasta que termine incapaz de aprender nada más.
-¿Qué pasa con un hombre derrotado en esa forma, don Juan? ¿Muere en consecuencia?
-No, no muere. Su segundo enemigo nomás ha parado en seco sus intentos de hacerse hombre de conocimiento; en vez de eso, el hombre puede volverse un guerrero impetuoso, o un payaso. Pero la claridad que tan caro ha pagado no volverá a transformarse en oscuridad y miedo. Será claro mientras viva, pero ya no aprenderá ni ansiará nada.
-Pero ¿qué tiene que hacer para evitar la derrota?
-Debe hacer lo que hizo con el miedo: debe desafiar su claridad y usarla sólo para ver, y esperar con paciencia y medir con tiento antes de dar otros pasos; debe pensar, sobre todo, que su claridad es casi un error. Y vendrá un momento en que comprenda que su claridad era sólo un punto delante de sus ojos. Y así habrá vencido a su segundo enemigo, y llegará a una posición donde nada puede ya dañarlo. Esto no será un error ni tampoco una ilusión. No será solamente un punto delante de sus ojos. Ése será el verdadero poder.
"Sabrá entonces que el poder tanto tiempo perseguido es suyo por fin. Puede hacer con él lo que se le antoje. Su aliado está a sus órdenes. Su deseo es la regla. Ve claro y parejo todo cuanto hay alrededor. Pero también ha tropezado con su tercer enemigo: ¡el poder!
"El poder es el más fuerte de todos los enemigos. Y naturalmente, lo más fácil es rendirse; después de todo, el hombre es de veras invencible. Él manda; empieza tomando riesgos calculados y termina haciendo reglas, porque es el amo del poder.
"Un hombre en esta etapa apenas advierte que su tercer enemigo se cierne sobre él. Y de pronto, sin saber, habrá sin duda perdido la batalla. Su enemigo lo habrá transformado en un hombre cruel, caprichoso."
-¿Perderá su poder?
-No, nunca perderá su claridad ni su poder.
-¿Entonces qué lo distinguirá de un hombre de conocimiento?
-Un hombre vencido por el poder muere sin saber realmente cómo manejarlo. El poder es sólo un carga sobre su destino. Un hombre así no tiene dominio de si mismo, ni puede decir cómo ni cuándo usar su poder.
-La derrota a manos de cualquiera de estos enemigos ¿es definitiva?
-Claro que es definitiva. Cuando uno de estos enemigos vence a un hombre, no hay nada que hacer.
-¿Es posible, por ejemplo, que el hombre vencido por el poder vea su error y se corrija?
-No. Una vez que un hombre se rinde, está acabado.
-¿Pero si el poder lo ciega temporalmente y luego él lo rechaza?
-Eso quiere decir que la batalla sigue. Quiere decir que todavía está tratando de volverse hombre de conocimiento. Un hombre está vencido sólo cuando ya no hace la lucha y se abandona.
-Pero entonces, don Juan, es posible que un hombre se abandone al miedo durante años, pero finalmente lo conquiste?
-No, eso no es cierto. Si se rinde al miedo nunca lo conquistará, porque se asustará de aprender y no volverá a hacer la prueba. Pero si trata de aprender durante años, en medio de su miedo, terminará conquistándolo porque nunca se habrá abandonado a él en realidad.
-¿Cómo puede vencer a su tercer enemigo, don Juan?
-Tiene que desafiarlo, con toda intención. Tiene que llegar a darse cuenta de que el poder que aparentemente ha conquistado no es nunca suyo en verdad. Debe tenerse a raya a todas horas, manejando con tiento, y con fe todo lo que ha aprendido. Si puede ver que, sin control sobre sí mismo, la claridad y el poder son peores que los errores, llegará a un punto en el que todo se domina. Entonces sabrá cómo y cuándo usar su poder. Y así habrá vencido a su tercer enemigo.
"El hombre estará, para entonces, al fin de su travesía por el camino del conocimiento, y casi sin advertencia tropezará con su último enemigo: ¡la vejez! Este enemigo es el más cruel de todos, el único al que no se puede vencer por completo; el enemigo al que solamente podrá ahuyentar por un instante.
"Este es el tiempo en que un hombre ya no tiene miedos, ya no tiene claridad impaciente; un tiempo en que todo su poder está bajo control, pero también el tiempo en el que siente un deseo constante de descansar. Si se rinde por entero a su deseo de acostarse y olvidar, si se arrulla en la fatiga, habrá perdido el último asalto, y su enemigo lo reducirá a una débil criatura vieja. Su deseo de retirarse vencerá toda su claridad, su poder y su conocimiento.
"Pero si el hombre se sacude el cansancio y vive su destino hasta el final, puede entonces ser llamado hombre de conocimiento, aunque sea tan sólo por esos momentitos en que logra ahuyentar al último enemigo, el enemigo invencible. Esos momentos de claridad, poder y conocimiento son suficientes."

sábado, 21 de marzo de 2009

la de la derecha es susana


Esta nota salió publicada ayer en el SUPLEMENTO SOY y me pareció interesante. Léanla!

Viernes, 20 de Marzo de 2009

¡UFA!

Con amigas así...


Atención, Susana Giménez no sólo vive del exabrupto sino que además tiene propuestas concretas y meditadas: “Yo creo que la vuelta de la ‘colimba’ sería una solución para un montón de chicos de esa edad (adolescentes), que les enseñarían cosas, los sacarían de la calle”. Fue la perla de la semana, un día antes de la marcha contra “la inseguridad” que ella misma había alentado junto a su amiga Moria Casán. No era la primera vez que Su hacía gala de su nostalgia castrense, en plena ebullición de las declaraciones que todavía dan vueltas a raíz del crimen de Gustavo Lanzavechia, quien fuera su florista y sobre quien ella no quería ni escuchar que era gay. “No sé muy bien qué es el toque de queda, pero creo que se podría poner”, había sugerido la diva sin develar quién la asesora –alguien le da letra, vamos, ¿si no por qué ese ir y venir entre la propuesta y el no sé al que suele echar mano?– en el montaje de una operación a la que sin duda, dos semanas después, se puede calificar de exitosa más allá de cuántas personas hayan asistido a la marcha que ella finalmente no encabezó. Exitosa en varios sentidos: si la diva tenía nostalgia por las épocas en que empezó a forjarse su carrera a fuerza de apoyar sus tetas en cualquier lado y hacer mohínes de chica descerebrada, pues bien, algo de esa nostalgia se ha disipado ahora que se siente con impunidad suficiente como mandar a los niños a aprender a los cuarteles y a dormir temprano que se viene el toque de queda. Y exitosa también porque ella, que no quería que se aludiera a la condición gay de su amado florista –“lo vi en Navidad por última vez, pero habló hace poco con mi mucama”, dijo para graficar la cercanía con Lanzavechia– supo taparla bajo el tsunami reaccionario que movilizaron sus amigos y amigas de la farándula. No se habló ni se hablará ya de crimen de odio en este caso. Aunque sí, hay que decirlo, en ciertos medios (revista Noticias, por ejemplo) se sembró la sospecha sobre la víctima, como suele suceder en estos casos, por la posibilidad de que esos dos ladrones hayan entrado en carácter de taxi boys a su casa, como si ésa fuera razón suficiente para merecer la muerte. La diva, incólume y ya excusada de seguir pintando retratos de su amigo –lo más elogioso que dijo fue “vivía para mí”–, sigue montada en el discurso de la seguridad y haciendo propuestas para forjar hombres rudos y de conducta firme como los que se modelan en los cuarteles. Porque ella tendrá un lugar en la comunidad gay –basta revisar blogs, sitios de noticias y otros portales para comprobarlo– más encandilada con el brillo, pero a Su le gustan los machos, los que saben aguantar la tortura de la colimba, el agravio de la cofradía machista y sobreviven para mostrar su buena educación. Y los que no, bueno, que no le vayan a decir a ella que los torturaron, los vejaron o los asesinaron (sí, Su, ha sucedido en estas tierras) porque eran gays, porque de eso ella no quiere ni oír hablar. Ni ella ni sus amigas y defensoras, Moria Casán (reina gay de Córdoba según una parte de la comunidad local) y Carmen Barbieri (reina gay de Mar del Plata con súbditos similares). Es que las tres, dicen, tienen un amigo gay. Al que salvarán de los cuarteles llegado el caso para seguir conservando la corona.

jueves, 12 de marzo de 2009

Tener lo que se tiene


Entrevista a Diana Bellessi


“Una de las razones por las que escribo más en El Tigre que en la ciudad, es porque paso mucho de mi tiempo libre en el ranchito que allá tengo. Pero hay otra razón, y es que no en vano elijo ese lugar. Allá reedito algo emocional de mi infancia. Es un ámbito campestre, rodeado por la naturaleza y con otra presencia de la voz humana. Me resulta afín ese espacio, arcaicamente afín. Un lugar donde la naturaleza, aún domesticada, se impone todo el tiempo.”


“Además del yuyerío y el bicherío omnipresentes en mi escritura, mi propia manera de mirar un pajarito, una florcita o un grillo, implica alguna clase de meditación y de enamoramiento a lo que yo llamo “sujeto”. Y si bien cualquiera se espantaría de pensar que una torcaza es un sujeto, yo pienso que tanto un árbol como un bichito tienen una autonomía que me permite a mí relacionarme con él. Por supuesto que no hay un ida y vuelta tan visible como lo puede haber con un gato o como lo hay con un ser humano, pero me encanta la actitud de acechar al pajarito de manera tal que él no se dé cuenta que estoy ahí y lo observo. Mientras acecho, mi cabeza trabaja, trabaja en el imperio de lo humano. Se le ocurren todo tipo de cosas, mira al pájaro y lo refrenda con ideas que, seguramente, no tienen nada que ver con lo que a él le pasa”.


“Al contemplar al gorrioncito en una rama, crece y crece la ilusión de creer que puedo mirar lo que él mira. Pero en ese campo de ilusiones también hay un esfuerzo por dejar caer mi ego personal y entrar al campo de ilusiones del otro, del gorrión en este caso”.


“En medios como El Tigre, la presencia humana es muy importante. La voz entra en concierto con el resto de la naturaleza y se la escucha de un modo muy particular, fuera del tumulto urbano. A menudo, mi modo de despertarme ante otros seres humanos es propiciar este tipo de encuentros: hay poco alrededor y el tiempo que nos tomamos es largo, y nos podemos mirar mutuamente, de otra manera, con más tranquilidad.”


“La poesía resuelve en una pirueta de economía, de brevedad. ¿Porqué será que uno elije, o es elegido, para ciertos modelos de representación y no para otros? A mí me resulta muy afín el verso, esa especie de salto mortal que hace todo el tiempo, mucho más que la prosa, aunque como lectora puedo disfrutar enormemente de ambas cosas”.


“En aquellas primeras épocas en las que apliqué grandes arquitecturas a mi poesía, como es el caso de Danzante de doble máscara, o de Eroica, lo que comparecía, a veces, era una estructura sin sujeto, y otras, un sujeto tan astillado que casi no podía autoenunciarse. Lo que empieza a aparecer en El jardín, y que se intensifica en Sur - que es un libro de quiebre en relación a mi producción posterior - es un formato más pequeño, como de lámina, enamorado de la tradición de versificación española. Y con tratamientos muy ingenuos de mi parte, dado que yo me había criado, no en la tradición de la tradición, sino en la tradición de la ruptura”.


“Son ciertos poemas pequeños con sucesos pequeños los que ahora yo más amo. Y en medio de esa pequeñez de la forma y del suceso, es donde yo encuentro que algo irrumpe, algo semejante a la carne que se abre para dar a luz a un niño, o a la madera seca de los árboles en invierno, que se agrieta para que surjan los brotes y las hojas. Es como si allí se abriera el trasfondo inmenso”.


“La tensión entre opuestos tiene una resolución más paradojal que dialéctica. Porque la yuxtaposición se mantiene siempre, y está constantemente presente. A mí me gusta jugar con los arquetipos de la cultura y llevarlos a cualquier parte. El caso de Goliat, por ejemplo, asumido como poderoso, tremendo, gigante, pero al morir, no es nada de esto, finalmente. La sentencia, el refrán, los arquetipos, todo el tiempo muestran su tensión y su contradicción interna. Hay una gran sabiduría puesta en juego allí. Lo que el poeta hace es retomarla, no crearla. Retomar ese saber humano”.


“El esfuerzo por construir ese canto rodado que de tanto rodar se convierte en un diamante, que es la copla popular, es tan grande como el del autor que está trabajando con un poema en el campo letrado. En ambos casos, lo que reposa detrás es un esfuerzo humano. Nadie nace de un repollo. Quien quiera que entre allí, en el primer verso de una copla o de un poema, entra a la larga vida de una lengua hablada por multitud de seres. Esa es su experiencia, y su saber, esas son sus reglas constantemente transgredidas y, también, constantemente repuestas”.


“Disfruto de esos espacios de dicha efímeros en mi vieja rutina de la isla de El Tigre. Levantarme a la mañana, hacerme el mate, sentarme frente a la ventana y ver que, bajo el sol, las gotitas de rocío brillan como joyas increíbles. Un instante y desaparecen. Porque el sol va acabando con la humedad del rocío. Y hay una cosa extraordinaria que sucede ahí, en esa rutina en la que todos los días se ven gotitas que brillan y después se evaporan hasta su destello, como nosotros mismos. Ese es para mí un espacio de contemplación de una dicha, o de una pena infinitas”.


“La huída del neutro, del vocablo ‘rocío’ como neutro, para quedarse en la individualidad de las gotitas que lo componen…”


“La belleza está constantemente acechada por la muerte, la injusticia, el terror. A la belleza de la vida me refiero.”



“En la enseñanza en el arte, un joven artista va a trabajar con un viejo artista. Allí el campo de las intervenciones y de las transmisiones es de un calibre distinto al de la enseñanza formal. Son dos personas que se sientan a dialogar frente al héroe que es el poema, escrito por el joven autor. Eso los va llevando a ambos, a través de una interlocución, a un campo extenso que no debe alejarse del objeto, que es el poema, pero tampoco encerrarse dentro de él”.


“Mi obra reunida va a aparecer en unos meses. Al respecto de esto, experimenté todo tipo de emociones. Pero lo que sentí, en general, fue afecto. Un afecto humilde, sincero, y sostenido por lo que he hecho. Ese afecto que permite que a veces una diga: cuántas veces he vuelto a este lugar, o este es un camino que nunca retomé”.


“Tener lo que se tiene, es el nombre de mi obra reunida. Una no tiene lo que hubiera querido tener, o lo que admira en otros que ha leído, pero una tiene lo que ha podido hacer. Y a eso le ha entregado lo más que ha podido”.