Playa nudista II
A Pier Paolo Passolini
Por la costa rocosa, como una aparición
se asoma entre el oscuro celaje de la tarde,
detrás un mar revuelto y plata le confiere
cierto halo irreal. Su andar sereno traza
un camino en la arena que empieza a humedecerse,
son huella regulares
y plenas, de un paso sin sigilo. Balancea sus brazos,
sueltos y relajados,
mientras, alrededor, la tormenta se anuncia con lejanos rugidos.
No parece importarle. La tarde se ennegrece,
arremolina el soplo ligero del ocaso
y se pierde en el agua, blandamente.
A Pier Paolo Passolini
Por la costa rocosa, como una aparición
se asoma entre el oscuro celaje de la tarde,
detrás un mar revuelto y plata le confiere
cierto halo irreal. Su andar sereno traza
un camino en la arena que empieza a humedecerse,
son huella regulares
y plenas, de un paso sin sigilo. Balancea sus brazos,
sueltos y relajados,
mientras, alrededor, la tormenta se anuncia con lejanos rugidos.
No parece importarle. La tarde se ennegrece,
arremolina el soplo ligero del ocaso
y se pierde en el agua, blandamente.
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