domingo, 5 de junio de 2011

La vuelta - poema 22


Es difícil contarles
lo que vi.
Era como una foto, o una imagen
tan vívida que parecía poder
tocarla si quisiera.
Pero ni lo intenté.
En la selva, esa noche
había tomado el jugo de una planta
que me invitó un cacique.
Al rato de beber, supe
que era yo la que trepaba ante mis ojos
mientras el indio cantaba sus ícaros
que era yo
la que subía como una enredadera
por el tronco de un árbol
sentada en aquel piso, sin moverme
y era yo la que después bajaba
y volvía a subir
todas las veces necesarias, o sea
durante el tiempo total de mi vida.
Es difícil contarles
el empeño con que abrazaba esa corteza
clavándole las uñas que la descascaraban.
Recordé, en algún momento de esa noche
que al empezar el viaje había imaginado
que llegaría por propia voluntad
a detenerme. Pero no hay, no hubo
un punto de llegada en ningún lado
a lo sumo, y por suerte, algún descanso
donde recuperarme para seguir camino.
Viajar es ir, pero quizás, de a ratos,
sea también la vuelta
sobre los pasos propios.
Cuando cedió su efecto aquella bebida
era de madrugada y me dormí
al despertarme
esas imágenes habían perdido intensidad
pero la cara de aquél indio quedó en mi corazón
por muchos días
lo volvió dulce como a los duraznos
que resucitan para deshacerse
en la boca sagrada de la vida
después de cada invierno.