lunes, 25 de mayo de 2009

Nuevo grupo



Taller grupal de escritura y lectura poética

* a partir de Junio *
* horario a convenir *

sábado, 16 de mayo de 2009

La piedra alada (José Watanabe)




El pelícano, herido, se alejó del mar
y vino a morir
sobre esta breve piedra del desierto.
Buscó,
durante algunos días, una dignidad
para su postura final:
acabó como el bello movimiento congelado
de una danza.
Su carne todavía agónica
empezó a ser devorada por prolijas alimañas, y sus
huesosblancos y leves
resbalaron y se dispersaron en la arena.
Extrañamente
en el lomo de la piedra persistió una de sus alas,
sus gelatinosos tendones se secaron
y se adhirierona la piedra
como si fuera un cuerpo.
Durante varios días
el viento marino
batió inútilmente las alas, batió sin entender
que podemos imaginar un ave, la más bella,
pero no hacerla volar.




de "La piedra alada", libro editado en Buenos Aires por Bajo la luna

viernes, 8 de mayo de 2009

El túnel del tiempo

Editorial Rollán, 1973


Tengo memoria de haber leído poesía desde muy chica, un poco porque era la literatura que había a mano en mi casa, en la biblioteca de mamá y otro poco porque - sé ahora - la poesía es esencialmente música y lenguaje preverbal, es decir, aquello que está cercano a la transmisión oral y popular, y también a la infancia. Infancia y poesía van juntas. Pienso en los versos de María Elena Walsh, del Zooloco por ejemplo, o los de sus Canciones para mirar, y fueron para mí modos de aprendizaje del arte poético, como también desarrollo de un juego que me gustaba mucho, el juego con las palabras. Dentro del juego con las palabras, estaba para mí en aquellos años, y lo sigue estando, la rima y la sonoridad atravesadas por el sentido muchas veces y otras por el sin sentido que crea un mundo imposible en apariencia, pero posible para la realidad psíquica. El absurdo, como el de La bucanera de Pernambuco, inventa un mundo, un mundo probable con leyes propias, es el mundo de la experiencia del lenguaje. Pasar por la experiencia del lenguaje es irrumpir en la vida y buscar entenderla. La poesía es pura experiencia del lenguaje, pura manera de abordar la existencia desinteresadamente, como lo hacen los chicos. Por eso es un remanso para mí, aún hoy, leerla. En aquellos años tenía acceso a libros que no entendía pero me gustaban, me gustaba cómo sonaban los versos de Alfonsina Storni, de Antonio Machado, de García Lorca, de Pablo Neruda. La mayoría de esos libros pertenecían a una colección de Losada que todavía sigue exponiéndose en librerías, y recuerdo la tinta renegrida de aquellas impresiones sobre los papeles ásperos, el tamaño - eran libros de bolsillo-, la disposición de los poemas, en algunos casos centrados en el medio de la hoja, otros, los de Storni específicamente, más pegados al margen. En todos ellos, los títulos estaban escritos en mayúscula a diferencia de la tipografía del cuerpo de los poemas. Creo que leía bien, porque esos elementos que antes me llamaban intuitivamente la atención siguen siendo importantes para mí a la hora de leer un poema. Hoy en día me fijo en todo eso y el acercamiento al texto también está influenciado por la materialidad de su soporte. Volviendo a aquellos años, el libro que más me llamaba la atención era El oro de los tigres, de Borges, porque sus tapas eran doradas y el papel del interior era blanco satinado y de un tamaño mayor que el resto de los títulos a los que yo solía recurrir aquellas mañanas, cuando mi mamá se iba a trabajar. El oro de los tigres, como su nombre lo indica, era un libro elegante, más elegante que los otros, y esa diferencia lo hacía magnético. Otro libro que capturaba mi atención era un Atlas enorme que me había comprado en la librería El sol. Sobre todo porque en la descripción de los países había fotos y textos que hablaban de las costumbres distintas de cada lugar. El hecho de leer ya era viajar. Y lo mismo me pasaba con toda la literatura, con todo lo que leía, adoraba la transportación que significaba leer, concentrarme en un mundo distinto al cotidiano era estar en él. Funcionaba la misma lógica de la serie El túnel del tiempo, o de otras series como esa, en las que, por un pase mágico, el protagonista aparecía de pronto en un espacio mágico e impensado para la realidad ordinaria.

miércoles, 6 de mayo de 2009

más del viento


El arrebato




Una vez más hay que dejarlo todo,
como la tarde
cuando la luna, transparente todavía,
recuerda el seguimiento.
Obediente, la luz
agacha la cabeza y abandona
los contornos y colores de los árboles,
las piedras, las montañas.
Se descubre que el mundo puede ser
un sitio oscuro, pero su vibración
no cambia.
El bramido es el mismo a cualquier hora
y juega porque avanza,
porque en su juego nada se detiene
con él
el corazón camina hacia su fuga
hacia el punto final de una promesa
que no será cumplida.
Pero aún así
lo deja todo cada vez
y es un secreto que comparte con las aves
cuando migran
cuando en bandadas forman
inútiles figuras que desdibuja el viento.
Y el viento dejará todo después
al amainar sus fuerzas, ya agotado,
aunque más tarde
y de un plumazo vuelva
a borrar otra vez el sendero de hojas
caídas de las ramas, el eco de los silbos,
del mar o las chicharras.
Ese es el remolino
que impulsó el pobre viento
no de inexperto, sino de arrebatado.