El arrebato
Una vez más hay que dejarlo todo,
como la tarde
cuando la luna, transparente todavía,
recuerda el seguimiento.
Obediente, la luz
agacha la cabeza y abandona
los contornos y colores de los árboles,
las piedras, las montañas.
Se descubre que el mundo puede ser
un sitio oscuro, pero su vibración
no cambia.
El bramido es el mismo a cualquier hora
y juega porque avanza,
porque en su juego nada se detiene
con él
el corazón camina hacia su fuga
hacia el punto final de una promesa
que no será cumplida.
Pero aún así
lo deja todo cada vez
y es un secreto que comparte con las aves
cuando migran
cuando en bandadas forman
inútiles figuras que desdibuja el viento.
Y el viento dejará todo después
al amainar sus fuerzas, ya agotado,
aunque más tarde
y de un plumazo vuelva
a borrar otra vez el sendero de hojas
caídas de las ramas, el eco de los silbos,
del mar o las chicharras.
Ese es el remolino
que impulsó el pobre viento
no de inexperto, sino de arrebatado.
Una vez más hay que dejarlo todo,
como la tarde
cuando la luna, transparente todavía,
recuerda el seguimiento.
Obediente, la luz
agacha la cabeza y abandona
los contornos y colores de los árboles,
las piedras, las montañas.
Se descubre que el mundo puede ser
un sitio oscuro, pero su vibración
no cambia.
El bramido es el mismo a cualquier hora
y juega porque avanza,
porque en su juego nada se detiene
con él
el corazón camina hacia su fuga
hacia el punto final de una promesa
que no será cumplida.
Pero aún así
lo deja todo cada vez
y es un secreto que comparte con las aves
cuando migran
cuando en bandadas forman
inútiles figuras que desdibuja el viento.
Y el viento dejará todo después
al amainar sus fuerzas, ya agotado,
aunque más tarde
y de un plumazo vuelva
a borrar otra vez el sendero de hojas
caídas de las ramas, el eco de los silbos,
del mar o las chicharras.
Ese es el remolino
que impulsó el pobre viento
no de inexperto, sino de arrebatado.
1 comentario:
¡Buenísimo!, Irene
Publicar un comentario