domingo, 18 de marzo de 2007

Copos de nieve



Las babas del diablo caían en jirones
sobre el pelo o las manos, movíamos los dedos
por deshacer sus hebras pegajosas.
Lo curioso era el nombre, en las alturas
un diablo abría su boca milenaria formando nubes
o copos deliciosos como los que se venden
en plaza San Martín. Su dilución idéntica
al pelo de un anciano
andaba dando vueltas por el aire
hasta tocar la tierra finalmente, perderse entre el montón
de cosas olvidadas, pelusas, plumerillos, pétalos marchitados
por la lluvia y el frío ¿Dónde iban a parar?
¿y a dónde iba el calor de nuestras manos
de señoras cuando éramos chiquitas,
exiguas, incapaces
de transformar el mundo con mínimos intentos?
Nadie sabrá decirnos dónde va lo que crece, el vigor, su belleza,
lo que se vuelve endiablado cuando cae.