Álamos plateados en el borde del río y cisnes negros llevados por el agua
de espaldas, arrastrados por el suave ondular de la corriente.
La ancha orilla es un mar de piedras blancas pisada solamente por los perros
que ladran al revuelo imprevisto de un pájaro. No hay nada más acá. Yo miro
y otra vez vuelvo a pensar en vos, como si hubieras vuelto en el paisaje
o como si el paisaje te trajera hasta mí, como un alivio
igual que trae los álamos.
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